CAJÓN DE SASTRE DE UNA HORMIGA DISIDENTE







viernes, 6 de marzo de 2009

PEPE RUBIANES


Era “el hombre que reía” según le llamaban allá en África...
Pero por dentro lloraba, sufría y compadecía. Por eso reía siempre, para contagiar a los demás y aliviar sufrimientos. Para muchos solo fue un bufón más que podía gustar o no. Un cómico, un sátiro criticón y obsceno. Pero eso era solo una protección para su supervivencia, una pantalla donde proyectar exactamente lo que quería que se supiera de él mismo. Sabía decir las cosas más triviales con solemnidad y explicaba las grandes verdades de la vida como si fueran chascarrillos, anécdotas de su propia vida corregidas y aumentadas que nos sorprendían por su cotidianidad.
Hace unos años le vi en la barceloneta, esperaba en una esquina, serio, mirando a ambos lados. Cuando llegué cerca de él le saludé: “Hola” ¿Qué se le dice a una persona que conoces pero que no te conoce a ti? Automáticamente cambió su semblante, sonrió ampliamente y contestó con voz profunda: “!Hola guapa!” Me contagió su sonrisa y me alejé feliz.
Gracias Pepe, por todo.
MCD 2009

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