CAJÓN DE SASTRE DE UNA HORMIGA DISIDENTE







jueves, 5 de marzo de 2009

LA RELIGIÓN DE LOS SAMURAIS


En las artes, el Zen ocupa un lugar privilegiado. Algunas son específicamente Zen, incluso sobre un plano puramente histórico, tales como la ceremonia del té, el arte de las flores, una parte importante del arte de los jardines, el arte de la alfarería en todo un periodo de su evolución. Otras fueron profundamente transformadas y para decirlo así recreadas por el Zen, como la pintura y la caligrafía, y las artes marciales.
Cuando el Zen llega al Japón, encontró a un pueblo cuya ocupación habitual era la guerra: guerras civiles, violencias, expoliaciones, masacres deportaciones, separaciones, eran desde el norte hasta el sur del país, la suerte común de los japoneses de esa época. El genio del Zen transformó las técnicas brutales de la guerra en artes que no se preocupaban mucho de la eficacia guerrera sino de la búsqueda de sí mismo. Todas estas técnicas se convirtieron en método de perfeccionamiento espiritual. El sable, el arco y las flechas ya no eran instrumentos de muerte, sino soportes de meditación. Este combate se volvió un combate puramente espiritual, el enemigo fue descubierto en sí mismo, en las ilusiones del ego que nos impiden ver nuestra verdadera naturaleza y a las que hay que destruir sin piedad. Bajo esta maravillosa influencia, nació el Bushido, conjunto de principios morales, código de honor, disciplina caballeresca que recomienda la cultura de cualidades físicas y morales, el coraje, la simplicidad y la frugalidad, la lealtad y la justicia, el desinterés y el menosprecio de la muerte. Tanto y tan bien que el Zen fue llamado “ la religión de los samuráis”.
Aparentes u ocultos, se encuentran todos estos elementos en las artes marciales modernas, y más especialmente en el kendo, en el caído, arte de la manipulación del verdadero sable, y en el tiro con arco. Se los encuentra también en el espíritu del aikido, codificación moderna de las más antiguas artes de auto-defensa. También existen, pero de una manera menos aparente, en el judo.
Sea cual sea el arte que practiquéis, sea cual sea la manera de practicarlo, siguiendo cada uno su temperamento, no podéis impedir que un día u otro encontréis el Zen y que seáis profundamente impregnados por su esencia. El Zen puede ayudaros en esta lucha de todos los instantes que es la vida moderna, y permitiros, mejor que cualquier otra influencia espiritual, encontrar este equilibrio físico y moral que tan ávidamente busca el hombre del siglo XX.
Un día, desde la cima de un promontorio, un hombre veía el mar por primera vez en su vida.
“!Que bello! ¡ Que grande!” decía con el aliento cortado.
“Y eso que no ves más que la superficie!”, le dijo su amigo.
El Zen y mi maestro Taisen Deshimaru me han enseñado a ver algo más que la superficie del mar, algo más que lo exterior del mundo, algo más que la apariencia del hombre, algo más que las técnicas de artes marciales. Ellos me han enseñado a encontrar a través de su ruda educación y no sin dolores algunas veces, el verdadero sentido de las artes marciales y el verdadero sentido de la vida.
Deseo que los lectores de este libro y todos los practicantes de artes marciales sepan también apreciar y conservar esta inestimable maravilla que Taisen Deshimaru Roshi les ofrece con toda su experiencia de artes marciales aclaradas en sus profundidades y sublimadas por su enseñanza: esta enseñanza superior es zazen, la meditación sedente del Zen, que es el común denominador y el punto en el que culminan todas las prácticas, todas las artes, todas las maneras de vivir.

Doctor CLAUDE DURIX
Fragmento final del libro de TAISEN DESHIMARU, ZEN Y ARTES MARCIALES

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