CAJÓN DE SASTRE DE UNA HORMIGA DISIDENTE







jueves, 27 de mayo de 2010

EL PRÍNCIPE HEMACŪDA


El príncipe Hemacūda, después de escuchar las palabras de Hemalekhā, perdió interés en los objetos externos y se tornó pensativo. Pero los deseos, que se arraigan en uno debido a la fuerza de la costumbre, asaltaban su mente impidiéndole tanto disfrutarlos como renunciar a ellos, lo cual le tenía muy preocupado. Atrapado en las redes de este dilema, no le dijo nada a su amada. Cuando recaía en sus hábitos del pasado, recordaba las palabras de Hemalekhā y se sentía avergonzado de sí mismo. Debido al sufrimiento que agitaba su corazón, su mente se volvió oscilante como un columpio. Llegó un momento en el que ni las comidas, ni las vestiduras, ni los ornamentos, ni las mujeres, ni las cabalgaduras, ni las relaciones sociales, ni los amigos íntimos le causaban placer. Ninguno de los placeres del mundo le atraía. Y, sin embargo, y a pesar de que se lamentaba como un hombre que hubiera perdido toda su fortuna, no era capaz de renunciar por completo a los objetos de los sentidos. Esta situación, en la que ni podía apartarse de sus deseos ni encontraba placer en satisfacerlos por conocer su insignificancia, le producía tal sufrimiento que su piel se volvió macilenta.

Después de atender tus enseñanzas, supe que las cosas que antes me parecían placenteras en realidad no lo son. Ahora ya no encuentro nada en el mundo que me dé placer. Un condenado a muerte no puede disfrutar los últimos placeres que el rey le concede, por muy exquisitos que sean; en mi caso es igual ya que a mí tampoco me producen ningún placer, pero aún así, seducido por ellos, sigo buscándolos.

EL MISTERIO DE LA DIOSA TRIPURA (TRIPURĀ RAHASYA)

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6 comentarios:

Isabel Martínez Barquero dijo...

Creo que nunca hay que despreciar los pequeños placeres de la vida. Son los que nos dan fuerzas y ánimos, querida Mercedes.
Por muy espiritual que sea uno, unas cañitas compartidas con buenos amigos, es mejor que la consulta a un terapeuta o la caída en la melancolía.
Un abrazo.

Darío dijo...

Una preciosura, una enseñanza...como siempre...

mariajesusparadela dijo...

Yo estoy con Isabel. Hay que potenciar el placer de lo cotidiano.

NINA dijo...

Hey! muchachas...!
Lo cotidiano da placer sólo si te gusta!!

Por lo menos yo no encuentro ningún placer en mi rutinas diarias. uf.

Saluti

Mercedes Thepinkant dijo...

Isabel,
por supuesto, no se trata de despreciar nada. El prícipe está aprendiendo que todo lo que nos ata, (placeres incluídos) nunca puede darnos la felicidad.
Un beso

Pulgui,
me encanta eso de "preciosura"
Besos

María Jesús,
jajja, haciendo equipo con Isabel?
Madre mía, a las dos juntas no habrá quien os pueda.
Besos

Nina,
incluso si te gusta, lo cotidiano puede llegar a hartar, a mi me pasa.
Un beso

NINA dijo...

mmmmm....
Creo que tenés razón.
Porque veo que lo que me gusta mucho, me gusta porque no lo tengo todos los días.
Debe ser como comer torta de chocolate todos los días.. mu rico al principio, pero luego...un embole!!

Baci